« Encuentro muy modesto los milagros de los que te asombras », dice mi amigo, el novelista Almeida Faria. « Tenemos cosas mucho mejores que ofrecer en este terreno. ¿Te puedo recordar a don Sebastião, cuyo fantasma nos persigue hasta el día de hoy ? »
En casos como éste, considero que lo mejor es reconocer sin pudor la propia ignorancia.
« Es el único de los reyes portugueses que sigue vivo en la memoria del pueblo. Pero lo interesante es que no goza de esta preferencia gracias a sus logros, que apenas los tuvo, sino gracias a sus fracasos. Sebastião tuvo una suerte fatal : su padre murió antes de que él naciera, su madre no se ocupó de él para nada, los jesuitas que le educaron le metieron en la cabeza toda clase de historias medievales y sus planes matrimoniales fracasarion por que padecia una enfermedad venérea ».
« Contra la voluntad de sus consejeros decidió lanzarse a una tardía cruzada por el norte de África. Pero tuvo la desgracia de que los perversos infieles no le hicieran el juego. En agosto de 1578, en medio del disierto – sus caballos seguían todavía mareados de la travesía y sus caballeros se freían dentro de sus armaduras – sufrió una derrota catastrófica. Casi toda la nobleza portuguesa pereció en aquella batalla, y los rescates que hubo que pagar por los supervivientes arruinaron al país. No había heredero al trono, por lo que la corona fue a parar a los españoles. En cuanto al rey, desapareció sin dejar rastro en alguno de los apartados wadi. O digamos que lleva ausente más de 400 años. Pues, como sabe todo portugués, pronto aparecerá de nuevo, en una mañana de niebla, para hacer justicia a su pueblo y para fundar el V Imperio ».
Almeida Faria debió notar mi desconcierto, pues en seguida acudió en mi ayuda con algunas explicaciones.
« Por lo visto, no sabe todo lo que la providencia tiene reservado a Portugal. Sí, amigo mío, somos portadores de un mensaje secreto y hemos sido elegidos para llevar un Santo Grial en el futuro. Lo único que pasa es que todavía no se ha difundido la nueva por todas partes ».
« En resumen : el V Imperio nos fue prometido en las profecías de un zapatero anafabeto del siglo XVII. Pero, no temas. No vamos a someter con la fuerza de las armas al resto del mundo. Somos el pueblo elegido – sobre eso no hay duda possible –, pero nuestro cometido consiste meramente en renovar espiritualmente el universo. No queremos, así pues, dominaros, sino tan solo convertiros ».
« ¡Y no vayas a creer que este delirio es sólo cosa de unos chalados de provincias ! Antes, la espera del mesías sebastianiano era una creencia popular. Pero en el siglo XX se ha convertido en ideología. El más grande poeta portugués moderno, Fernando Pessoa ha flirteado con esa creencia. En los años cincuenta, la llamada, con razón, filosofia portuguesa ha hecho que llegase a ser presentable en sociedad el oscuro mito de la supuesta misión de nuestro país, y no te lo querrás creer, pero todavía hoy sigue siendo presentable. No son pocos los intelectuales que se aferran a la esperanza de que venga alguien a sacarnos del marasmo en el que estamos, un marasmo tan viejo como la propia leyenda del rey don Sebastián. No tiene mucha importancia quién pueda ser este mesias : Oliveira Salazar, Otelo Saraiva de Carvalho o la Santísima Virgen. Lo que importa es que tengamos a alguien a quien poder agarrarnos ».
Por la noche estoy sentado solo en el bar. En Portugal puede llegar a hacer mucho frío. La humedad trepa por los viejos muros, las sábanas están húmedas y no suele haber calefacción. Y además me deprime esta extraña esperanza en el retorno de un cadáver regio. El barman está, en cambio, del mejor humor. Tendrá como mucho 25 años. Cuando me dice que ha tenido que interrumpor sus estudios de etnología, le pregunto que qué piensa del sebastianismo y del V Imperio.
« Esse disparate », me dice mientras sigue secando los vasos, « revela una fantasía muy viva. De alguna manera tenemos que compensar nuestra impotencia. Es un arte en el que hemos llegado muy lejos. Lo que ocurre no depende de nosotros, sino vaya usted a saber de quién : de los astros, de Dios, del extranjero. Esa es al menos nuestra experiencia histórica. La potencia superior con la que tenemos que habérnoslas puede adoptar las figuras más increíbles, como ese oscuro professor de finanzas que se llamó Salazar. O pongamos el Mercado Común, con sus cláusulas de ajuste y sus cajas compensatorias. Se podría hablar de un culto del avión de carga a la portuguesa. Sólo que nosotros no sabemos que mercancia nos traen los dioses lejanos. Pues de arriba y de afuera nos llega no sólo lo bueno, sino también lo malo. Nuestras desgracias nunca han sido de fabricación doméstica. Siempre ha habido otros que tenían la culpa : los franceses, los ingleses y sobre todo los españoles. Puede ser también Moscú, o el turismo, o la CIA. Del hecho de que yo esté aqui lavando vasos tiene probablemente la culpa el Banco Mundial, pero, como puede usted ver, lo llevo con entereza. ¿Toma usted algo más ? ¿No? Hay por lo menos una cosa que está claro: no tiene ningún sentido que uno tome las cosas en sus propias manos ».
En casos como éste, considero que lo mejor es reconocer sin pudor la propia ignorancia.
« Es el único de los reyes portugueses que sigue vivo en la memoria del pueblo. Pero lo interesante es que no goza de esta preferencia gracias a sus logros, que apenas los tuvo, sino gracias a sus fracasos. Sebastião tuvo una suerte fatal : su padre murió antes de que él naciera, su madre no se ocupó de él para nada, los jesuitas que le educaron le metieron en la cabeza toda clase de historias medievales y sus planes matrimoniales fracasarion por que padecia una enfermedad venérea ».
« Contra la voluntad de sus consejeros decidió lanzarse a una tardía cruzada por el norte de África. Pero tuvo la desgracia de que los perversos infieles no le hicieran el juego. En agosto de 1578, en medio del disierto – sus caballos seguían todavía mareados de la travesía y sus caballeros se freían dentro de sus armaduras – sufrió una derrota catastrófica. Casi toda la nobleza portuguesa pereció en aquella batalla, y los rescates que hubo que pagar por los supervivientes arruinaron al país. No había heredero al trono, por lo que la corona fue a parar a los españoles. En cuanto al rey, desapareció sin dejar rastro en alguno de los apartados wadi. O digamos que lleva ausente más de 400 años. Pues, como sabe todo portugués, pronto aparecerá de nuevo, en una mañana de niebla, para hacer justicia a su pueblo y para fundar el V Imperio ».
Almeida Faria debió notar mi desconcierto, pues en seguida acudió en mi ayuda con algunas explicaciones.
« Por lo visto, no sabe todo lo que la providencia tiene reservado a Portugal. Sí, amigo mío, somos portadores de un mensaje secreto y hemos sido elegidos para llevar un Santo Grial en el futuro. Lo único que pasa es que todavía no se ha difundido la nueva por todas partes ».
« En resumen : el V Imperio nos fue prometido en las profecías de un zapatero anafabeto del siglo XVII. Pero, no temas. No vamos a someter con la fuerza de las armas al resto del mundo. Somos el pueblo elegido – sobre eso no hay duda possible –, pero nuestro cometido consiste meramente en renovar espiritualmente el universo. No queremos, así pues, dominaros, sino tan solo convertiros ».
« ¡Y no vayas a creer que este delirio es sólo cosa de unos chalados de provincias ! Antes, la espera del mesías sebastianiano era una creencia popular. Pero en el siglo XX se ha convertido en ideología. El más grande poeta portugués moderno, Fernando Pessoa ha flirteado con esa creencia. En los años cincuenta, la llamada, con razón, filosofia portuguesa ha hecho que llegase a ser presentable en sociedad el oscuro mito de la supuesta misión de nuestro país, y no te lo querrás creer, pero todavía hoy sigue siendo presentable. No son pocos los intelectuales que se aferran a la esperanza de que venga alguien a sacarnos del marasmo en el que estamos, un marasmo tan viejo como la propia leyenda del rey don Sebastián. No tiene mucha importancia quién pueda ser este mesias : Oliveira Salazar, Otelo Saraiva de Carvalho o la Santísima Virgen. Lo que importa es que tengamos a alguien a quien poder agarrarnos ».
Por la noche estoy sentado solo en el bar. En Portugal puede llegar a hacer mucho frío. La humedad trepa por los viejos muros, las sábanas están húmedas y no suele haber calefacción. Y además me deprime esta extraña esperanza en el retorno de un cadáver regio. El barman está, en cambio, del mejor humor. Tendrá como mucho 25 años. Cuando me dice que ha tenido que interrumpor sus estudios de etnología, le pregunto que qué piensa del sebastianismo y del V Imperio.
« Esse disparate », me dice mientras sigue secando los vasos, « revela una fantasía muy viva. De alguna manera tenemos que compensar nuestra impotencia. Es un arte en el que hemos llegado muy lejos. Lo que ocurre no depende de nosotros, sino vaya usted a saber de quién : de los astros, de Dios, del extranjero. Esa es al menos nuestra experiencia histórica. La potencia superior con la que tenemos que habérnoslas puede adoptar las figuras más increíbles, como ese oscuro professor de finanzas que se llamó Salazar. O pongamos el Mercado Común, con sus cláusulas de ajuste y sus cajas compensatorias. Se podría hablar de un culto del avión de carga a la portuguesa. Sólo que nosotros no sabemos que mercancia nos traen los dioses lejanos. Pues de arriba y de afuera nos llega no sólo lo bueno, sino también lo malo. Nuestras desgracias nunca han sido de fabricación doméstica. Siempre ha habido otros que tenían la culpa : los franceses, los ingleses y sobre todo los españoles. Puede ser también Moscú, o el turismo, o la CIA. Del hecho de que yo esté aqui lavando vasos tiene probablemente la culpa el Banco Mundial, pero, como puede usted ver, lo llevo con entereza. ¿Toma usted algo más ? ¿No? Hay por lo menos una cosa que está claro: no tiene ningún sentido que uno tome las cosas en sus propias manos ».
[Hans Magnus Enzensberger, Robinsonada, El País 1987]
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